Capítulo II: La Primera Impresión

La tarde del 10 de enero, a las 16.30h, el aula 304 del CECO cobró vida. Gente que se conocía de la universidad, gente que no, algunos que habían coincidido en los exámenes de acceso… y muuuuuuchos prejuicios.A la pregunta de “¿cuál fue vuestra primera impresión?”, sólo hay un punto en común: los que se sentaron al lado de “La Chica de Correos que salía los jueves”, Gorka y Nogales, el austriaco del sur, recuerdan nítidamente el momento. Es una pena que ella no pueda dar su versión…Sin duda, no fue la única presencia pintoresca del 10 de enero. El italiano natural de Londres también dejó huella en todos nosotros.La flema británica, la sonrisa constante y la extrema limpieza de sus palabras, a más de uno nos dejaron fuera de juego al no poder responder en más de una ocasión (no todos tenemos tanta clase...). Aunque las relaciones con su compañero de clase se redujeron pronto a expresiones muy, pero que muy similares a un “déjame en paz”, el primer correo de bienvenida que llegó a Pekín venía de Milán…Desde el hemisferio sur, después de un año se reconocieron las primeras impresiones entre los que fueron compañeros durante seis meses. El paolista inició su andadura por el CECO sin compañeros a los lados (porque Seúl no apareció y alguien había renunciado a esta experiencia), y más allá, un uruguasho vendedor de pisos con corbata de “Hola Don Pepito, hola Don José”, le miraba como a un “cántabro autista”.Ese día se creó también el Rincón del Fumador. Nunca antes (después, la ley antitabaco hará que esto sea simplemente una anécdota) nadie pasó tanto frío en el tiempo que dura un cigarrito.Lógicamente, esta es la parte que mejor recordamos algunos. Algunos que dimos la impresión de ser un guiñapo con un enorme jersey, y que salimos a fumar el primer cigarrito del máster.Hay quien dirá que nos unió el destino, que la casualidad, la inquietud, las ganas de hacer algo parecido…. yo digo que aquel pitillo hizo mucho más que todo eso. Que en ese ratito de hablar de nada, nos dimos cuenta de que el máster CECO no podía estar tan mal, que nos habíamos precipitado en la primera impresión, que podía ser divertido, que podíamos llegar a pasarlo bien con toda esa gente y que, afortunadamente, en clase, había de todo, y, por supuesto, había mucho muy bueno.Pasaron cinco minutos y volvimos a clase con otra cara. Cuando se es un poco macarrilla en un ambiente entre la seda y la chaqueta de pana (porque, todo sea dicho, luego todos decimos que somos del mismo corte…), hace ilusión encontrarse con gente parecida…


1 Comments:
Ya está, Mosco. Por si alguien tenía dudas, se esfuman... qué facilidad de palabra... qué barbaridad.
No la tienen que recordar ellos, Belenci, la tienes que recordar tú...
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