Capítulo III: La dura realidad
En seguida nos vimos sumergidos en el torrente de información aburridísima que suponía el máster... unos por una cosa y otros por otra, a las cuatro de la tarde de lo único que teníamos ganas era de darnos la vuelta y observar el aburrimiento de los demás. Eso daba para mucho, claro, pero desde la primera fila era difícil, porque además daba tortícolis... Menos mal que el suplicio sólo duro una fase, y en seguida nos trasladaron a la última fila, gracias a un zurdo... por lo menos, allí era más fácil contestar mal a las estupideces flemáticas del individuo. La de veces que Cairo se habrá vuelto con cara de incredulidad "no tiene remedio, no me creo lo que me acaba de decir"; la de veces que Pekín habrá sido irónico sin obtener reacción apreciable...
Entre las sesiones de economía que debían durar ocho o nueve veces lo normal, las acojonohoras estresantísimas de marketing, y las clases de estrategia, dignas del conejo y del sombrerero loco de Alicia, nos fuimos haciendo amigos, porque no hay como un enemigo común para apiñar a gentes diversas.
Intentaron dividirnos en muchas ocasiones (no os olvideis que el de al lado os puede quitar el destino de vuestros sueños), pero no lo lograron en todos los casos...
Los grupos de trabajo enseguida se fueron repartiendo (o no) el trabajo de las miles de presentaciones que acabaríamos haciendo. Un grupo de trabajo es una cosa peculiar; nadie llegó a descrifrar muy bien la forma de seleccionar los elementos del grupo (aunque en todos había por lo menos un ADE), igual que nadie llegó a descifrar completamente el sentido de muuuchas cosas. Pero los grupos de trabajo fueron casi casi nuestras segundas familias durante la estancia en el CECO. Cada vez que había problemas, se podía oír una voz que resonaba por los estériles pasillos "la fama cuesta"...
Las primeras semanas fueron un trajín de adquirir costumbres, de saber dónde estaban las cosas, de recibir pilas enormes de fotocopias que parecían aburridísimas (y que luego resultaron serlo en la mayor parte de los casos),
de quedar para hacer presentaciones de powerpoint que no terminaban nunca de convencer porque no se sabía que se esperaba de nosotros... de preguntar, y ¿tú de qué eres? yo, de ruso, de chino... las primeras conversaciones por aquellos pasillos grises y fríos, ¿y tú dónde has pedido? pues yo en... chiquitistán... ya veremos, porque no tengo más idiomas que indostaní...
Las cosas fueron bien hasta que los idiomas empezaron a complicarnos la vida, ya no se podía quedar en el CECO para hacer los trabajos, o había que pasarse allí el día... la mayor parte (los que podían), optaron por la segunda opción, y no nos dimos cuenta de que empezaba una mudanza en masa hacia el edificio inteligente, que se hizo definitiva cuando suprimieron las comidas en los pasillos (por respeto a los demás compañeros). Aquella supresión fue el primer conato de revolución de toda una serie de ellos, que se dieron hasta julio, y que nunca llegaron a estallar, mal que nos pesara constantemente, porque siempre chocaban con la política del máster: "la vida son lentejas".
El caso es que después de muchas y muchas lentejas, muchas más de las que muchos pensamos que valía la pena soportar para que luego nos tocasen destinos peregrinos, al final, todo se quedó en una serie de experiencias extrañas... ¿os acordais la cara cuando IR nos dijo que sesenta horas de chino valían como tercero de la escuela de idiomas? ¿os acordais de cuando nos dijeron que la asignatura de la cual nos habían dado solo diez páginas de trescientas entraba entera? Seis meses que cuando se mira hacia atrás, parecen seis años por la rápida sucesión de anécdotas, estados de ánimo, nervios (de hecho, todo fue rápido e intenso menos las clases de economía) y presentaciones una tras otra. De echar cuentas a ver si llevábamos ya cumplido el 10% de ausencias, de pensar en otras cosas mientras nos daban charlas rarísimas en el salón de actos, de interminables sesiones sobre Remedy, que luego se haría nuestro mejor amigo (pero eso no lo sabíamos entonces). Seis meses de correr en los ascensores (a veces diciendo cosas que no se deben decir en los ascensores) para no llegar más de cinco minutos tarde a clase, saliendo los jueves (los que podían) y de aguantar todo tipo de climas en el jardín zen, mientras los demás echaban el cigarro... mientras bebíamos el infame café de máquina y le cogíamos el truco a las máquinas de los bocadillos para sacarlos de dos en dos (sois jóvenes, podeis aguantar seis meses de comida basura, da igual si os quitan años de vida; además, siempre podeis ir a Cepsa si no manteais a ningún camarero). De fiestas postexámenes que empezaban en la plaza mayor y acababan a las mil de la noche en casa de algún becario, con fotos lamentables incluidas, de cenas de idiomas en las que acababa interviniendo la policía...
Aquellas charlas bizantinas en el metro, los paseos por la estepa del puente aquel hasta el metro, ver cómo iban cambiando las exposiciones del Recinto Ferial, las cervecitas en el green cuando empezó a hacer bueno... seis meses.
Supongo que se puede decir que el roce hace el cariño, y aunque no hubiera sido por todos los demás factores añadidos, después de seis meses de sufrimiento y alegría alternados, nos cogimos un cierto apego. Pero las horas estaban contadas, porque nos cogimos cariño sabiendo que en el mejor de los casos, íban a separarnos durante al menos un año. Lo que ellos no habían pensado, es que, siendo la elite, encontraríamos la forma de comunicación paralela para mantener el contacto forjado... y de las cenizas del grupo G resurgió el foro de Gmail, como si lo hubieran hecho a propósito para nosotros.


4 Comments:
¿Será posible que entre todos nos acordemos de tantísimos detalles de sólo seis meses?
Impresionante documento, I agree con todo lo dicho. Parece mentira, pero por un momento me he ido un año atrás y lo he visualizado todo de una forma cristalina. Y parece que fue hace un siglo, o que duró un siglo... bueno al menos las clases de Economía.
A mi tb me parecía mentira que fuera hace un año mientras los escribía. Pero, lo dicho, fue una experiencia intensísima! Digo yo, que entre todos, nos acordaremos de casi todo...
Dios mío!!! y yo que estuve hace unos días en el CECO... q ilusa la nueva generación!! Rosana casi consigue que me maten a preguntas!!
snif, snif!!
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