Capítulo VIII: Una Balsa de Aceite

Terminó la incertidumbre. Pasó el Día de la Marmota. A finales de agosto, todos teníamos al menos una ligera idea de cuál sería nuestro futuro más inmediato, siempre que los astros no se alineasen de nuevo para retorcer aún más el destino. Nadie podía asegurar que fuese la última.
El final del verano llegaba... y, de vuelta a Madrid, y unos se preparaban para buscar un trabajo a partir de octubre mientras otros vivían su “fin de curso” particular, esperando retomar de nuevo las clases.
Nueva reunión de becarios ICEX en Madrid en la que se echó de menos a Alicante, que probablemente confundió, con la inestimable ayuda del gallego que se convertiría en el señor INDITEX, Huertas con Ankara y se quedó esperando al lado de otra diosa, La Cibeles, para alegrarse el verano; a Santander, bueno, a uno de ellos, que aparecían en el CECO como setas en un pinar; Madrid con pelo corto y gafillas, no dejó pasar ni uno solo de los bombardeos que casi espontáneamente se organizaban un martes en la plaza de Olavide, con un sofocante calor que hacía, si cabe, más fácil tomarse unas cañitas (de medio litro, pero cañas al fin y al cabo) sentados en la calle, esperando a que El Cairo, Méjico, Miami (¿qué fue de Miami?), Santiago de Chile, Montevideo sin bicho, y otras chicas del montón, apareciesen antes de que fuese demasiado tarde para intentar levantarse sin tambalearse.
Málaga tomaba el sol, llamaba de vez en cuando y esperaba, apostado en el mar, a que EXTENDA se lo llevara a sufrir mal de altura. Roma se prodigaba poco por esos lares, curándose del encanto que esperaba de la Ciudad Eterna en la Costa Marrón de la Ciudad del Mundo; Garas disfrutaba del metro de Madrid (vuela) para hacernos reír con comentarios de lo más inesperado, con la sonrisa de niño cabrón y la jarra de cerveza en mano; Oslo, con sus trajes de verano en la maleta, alternaba el tinto de calidad con las mudanzas, las fiestas de los alrededores, la sala Sol, los paseos en Mochi por Atocha y las despedidas de los amigos de siempre; Ankara…se buscaba a sí misma y a amigas que nunca aparecían, Dusseldorf comía pescadito en Cádiz, Nigeria apuraba los últimos restos de botillo, Berna, la extrema discreción, esperaría casi hasta el final para dejarse ver; Sao Paulo, a bombo y platillo, reconocía, finalmente, que Buenos Aires tampoco era para tanto; El Cairo sudaba la debilitada fiebre amarilla, suplicando a IR y a MN que aquello sirviese para algo; Dubai se preguntaba quién le robó el mes de abril en Moscú; Santiago de Chile, (su vieja la coneja), sacaba energía de debajo de las piedras para no querer irse a casa ninguna noche; Seúl, en Vigo de marisqueira; en fin, todos en Madrid, donde fuese, en un bar casi siempre, preparábamos la Última Cena…
3 Comments:
volver al CECO esos días de septiembre tenía una sensación distinta.. hasta te apetecía..
Vaya traca final que me pegué ese agosto y ese septiembre. Creo que me decía a mi mismo algo así como "el año que viene tienes 8 días de vacaciones, así que disfruta todo lo que puedas de estas" y doy fe de que lo hice...
PD: Casi se me cae la lagrimita al pensar en "El Motxi".
Eso mismo me parece que dijimos todos a lo de disfrutar el verano pasado... y el año "pasando"...
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