El Puntito del G

martes, diciembre 05, 2006

Capítulo LI: Meditación


Tango de aeropuerto. Tantas otras veces y qué distintas. Se desmenuza el mosaico de mi estómago a medida que atravieso precarias zonas de seguridad. A mi lado, cerca, fantasmas se deslizan suavemente, sin rozarme. La nueva terminal se me antoja minúscula, satélite de lo que espero encontrarme. Quizá, me planteo de pronto, otra vez, tenga demasiadas expectativas. Demasiada hambre. O quizá nunca sea demasiado. Reconozco el lugar al que camino. Reconozco sus rincones, sus miradas, su permanentemente cambiante estado de ánimo. Su frío. Su calor. Su color. El encanto de lo decadente, de lo naciente, de la esperanza.

Dejando de lado el lujo y la constante necesidad material, tengo la sensación de buscar algo que soy incapaz de explicar. Entro en el avión, chocando con cada uno de los asientos del pasillo, hasta encontrar mi provisional sitio. Mi lugar en este viaje. Y cuando logro zafarme de mi propio equipaje, soy consciente del reinicio. Tomo posiciones dentro de un avión como tendré que hacerlo dentro de pocas horas en un lugar algo más hostil, más desabrigado, cuando me asome al precipicio una vez decidida a lanzarme, y me doy cuenta de que, a medida que imagino la caída, mi mirada es más golosa. Me muero de ganas de llegar.

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