El Puntito del G

domingo, julio 02, 2006

Capítulo XXVII: Cosas Que Nunca Te Dije



Querido Arlequín, han pasado 8 meses desde que nos conocimos, quizá un poco más pero la precisión nunca fue uno de tus fuertes, como muchas otras cosas, así que a quién le importa.

Quiero aprovechar este escenario improvisado para gritar a los 4 vientos las cosas que nunca te dije, en parte por inteligencia, que alguno de los dos tenía que ponerla, en parte por respeto, que uno comulga con aquella idea budista de no aplastar ni a una mosca, por molesta que ésta sea.

Jamás me había acercado tanto al Mundo del Absurdo y eso he de agradecértelo, me cogiste de la mano y me llevaste, como el conejo de Alicia en el País de las Maravillas a un mundo desconocido donde todo era distinto y leyes ininteligibles reinaban en el caos.

Tu estridencia en las risas y en la combinación de colores era presagio de lo que se avecinaba, aviso para navegantes de que si por ti fuera, arrastrarías a la miseria en la que vives a cualquier mortal. Esas risas me persiguen por la noche cuando intento dormirme, como las piezas del Tetris lo hacían antes cuando estaba enganchado. Sólo que de ti no estoy enganchado, de ti estoy asqueado, aun así te observo como la gente que ve telebasura sabiendo que es casquería, con desprecio pero sin poder apartar la mirada. Fascinado ante la bajeza de espíritu y la vileza del ser. Hija de la suerte, entre otras “hijas de” que me vienen a la mente cuando pienso en ti, cuando sé que cada mes ingresas 8.000 dólares en tu cuenta corriente, única aspecto de tu vida que derrocha algo que no sea mala baba.

Pero quiero perder el tiempo, porque eso lo aprendí de ti, en pararme a describir tus atuendos: en los últimos meses nos has venido sorprendiendo con monos de solo de un color, nunca discreto, eso te lo concederé, enfundada en un gran cinturón, igualito que los trapecistas rusos del Circo del Sol, probablemente previendo la posibilidad de acabar tus innumerables volteretas de payaso abriendo los brazos, esperando esa ovación que nunca va a llegar.
Yo te prefería con tu falda de calippo, de mil colores, como los Rainbow brights, aquelos ponys estúpidos con mirada vacía. Te hacían mucho más ostiable, encontraban para ti una función después de tantos años buscando. Y los zapatos de plástico que sólo tú, en tu interminable caminar por el mundo buscando alma gemela podías encontrar. Los zapatos!!! Ay esos sí que eran mi fetiche, sobre todo cuando me imaginaba con mis doctor Martens con punta de acero, acercándome a tu cabeza. Sonando "Singing in the Rain", qué coreografía estilo La Naranja Mecánica hubieran hecho mis piernas y tu cabecita hueca. Si Stanley Kubrick siguiera vivo!

Tu trabajo te llenaba como el aire lo hace a un globo, te llenaba de vacío como tus funciones en la oficina y tu vida social. Tu espalda completamente recta, sin apoyar en el respaldo de la silla, en plena tensión, mientras tu hueca mirada se clavaba en la pantalla, sin teclear nunca, agarrada al ratón pero sin utilizarlo, como quien se agarra a un asidero en un taxi que va demasiado rápido. Tu mayor preocupación, esa de estar pendiente del reloj por la mañana y a las 5, para que nadie se escape antes, para hacer bueno eso de “mal de muchos consuelo de tontos”.

Entre mis habilidades sociales, ahora podré poner en mi CV aquella de torear a mi jefe, ignorando el hecho de que no entiende una palabra de lo que estoy diciendo. Sin caer en paternalismos, hablando a ratos muy despacio y con palabras básicas, a ratos todo lo rápido y complejo que puedo para verte perdida, para ver cómo te agazapas contra la pared suplicando clemencia con tu mirada.

El Mundial de fútbol te trajo otra feliz misión, a ti profeta de la miseria, la de prohibir asistir a algunos partidos y permitir salir sólo dos minutos antes de alguno de los de España. Cuán importante te sentiste, cuán gran demostración del peligro de dar a un tonto poder. Porque ver como el Consejero te ha apartado de cualquier acto social, por vergüenza ajena, te ha dolido, no poder emplear tus estúpidas volteretas y tus sonrisas prefabricadas delante de nuevas víctimas no ha sido plato de gusto para ti, verdad?. Por eso te fuiste de vacaciones.

Y qué diferente eras a todo el mundo cuando volvías de vacaciones: tú no volvías llena de energía, ni sufrías de depresión post-vacacional, no, tú venías llena de veneno, de vinagre que desayunabas sola todas las mañanas porque ahí te enfrentabas a la triste realidad, de ésa de la que te alejas, pasando muchas horas en la oficina aunque sea sin hacer nada. “La Soledad y Yo”, el epitafio que quiero elegir para ti.
En fin, querido arlequín, has sido accidente en mi vida pero eres realidad en la tuya. En el fondo, te compadezco.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Vaya post incendiario oiga.
Curioso elemento ese que describes, por un momento me entran ganas de conocer a ese especimen, aunque casi que entonaré el: virgencita, virgencita que me dejen como estoy.

1:44 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

tienes que conseguir una foto, aunque sea desde un móvil, tipo espia de la CIA.. para ponerle cara a ese especimen

3:02 p. m.  

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