Capítulo XXIV: O Jogo Bonito
Ayer me sorprendí a mi mismo escribiendo acerca de Economía. Hoy va de fútbol, las voces van tomando más poder sobre mi: Alguien voló sobre el nido del cucu.
Pero es que estmaos en Brasil, señores y está jugando la selección. Calma total, aparentemente. Las calles desiertas, las tiendas cerradas, sin transporte público, modificando cualquier rutina por importante que esta sea. Mal momento para que te dé un ataque al corazón, eso com certeça.
El silencio de las calles desiertas solo se rompe de repente con un UUUUUYYYYYY, por lo demás es una ciudad después de un holocausto bacteriológico: con sus edificios en pie pero ni un alma en la calle. Es como una fiesta sorpresa donde los invitados están escondidos. Y a nadie se le pasa por la cabeza aprovechar el placer de conducir en una ciudad que soporta más de 7 millones de coches a placer.
El fútbol es más importante: si el presidente muriese probablemente no habría luto nacional y parón en la actividad del motor de Brasil y de prácticamente todo Sudamérica pero estamos hablando del Fútbol con mayúsculas, semi Dios en este país de las mil religiones y cultos. Aquí, los mismísimos presidentes de las empresas, mandan circulares informando a sus empleados de que las empresas cerrarán a la 1 o a ls 12 o simplemente que no se molesten en venir por razón de la Copa.
Faltan las bolas que corrían por los espagueti western que se rodaban en Almería para ponerte más en situación.
Y hoy es Japón y Brasil ya está clasificado pero da igual: en este sistema desigual por naturaleza, donde las limpiadoras de mi edificio se isntalan en el último peldaño, incluso ellas consiguen acabar tres horas antes su trabajo para llegar hasta sus muy lejanas casas para ver el partido. Por la mañana ya te cruzas con ella con el pañuelo en la cabeza de la bandera de Brasil. El Orden y el Progreso paralizado. De hecho si vas a un bar vas a ver el partido, no tendrás tanta suerte de tomarte una cerveza porque aquí el futbol es democracia, nadie tiene que trabajar durante el partido. Que sea Japón le da una nueva dosis de morbo al haber en la ciudad más de un millón de japoneses, la mayor comunidad del Imperio del Sol fuera de las islas niponas.
Donde trabajo, en las dos zonas de restaurantes, Sony ha instalado tantas patallas orientadas a distintos puntos que es imposible encontrar un punto ciego donde no lo veas. Los taxis con sus mini teles en blanco y negro y las radios atronando, simplemente se niegan a llevarte por si pierden la señal de televisión.
El fútbol es fiesta, puede que acabe en drama pero ellos no lo entienden: ni un mal gesto, ni violencia ni un “arbitro cabrón”. Aquí se aplaude cuando empieza el partido y se pierden los nervios cuando se pasa del medio campo. Cuando se marca gol, que comience el show de la torcida feliz: se aplaude y grita como si fuese la última vez que estás autorizado a hacerlo, pero se vuelve a aplaudir en la repetición, en la imagen que muestra al entrenador salir del banquillo y en la que enseña la felicidad del propio banquillo.
Cuando se pita el descanso, se oye en las teles eso de “Está Na Globo, está na Copa” que da paso a más fiesta. Hay que gastar las toneladas de petardos, bengalas, bocinas que durante este mes se han vendido en Brasil. Y la gente sale a sus terrazas a asomarse con su bandera de Brasil.
En fin, Brasil 1-4 y la ciudad se va a caer abajoooo. Sólo quería compartirlo con vosotros.
Pero es que estmaos en Brasil, señores y está jugando la selección. Calma total, aparentemente. Las calles desiertas, las tiendas cerradas, sin transporte público, modificando cualquier rutina por importante que esta sea. Mal momento para que te dé un ataque al corazón, eso com certeça.
El silencio de las calles desiertas solo se rompe de repente con un UUUUUYYYYYY, por lo demás es una ciudad después de un holocausto bacteriológico: con sus edificios en pie pero ni un alma en la calle. Es como una fiesta sorpresa donde los invitados están escondidos. Y a nadie se le pasa por la cabeza aprovechar el placer de conducir en una ciudad que soporta más de 7 millones de coches a placer.
El fútbol es más importante: si el presidente muriese probablemente no habría luto nacional y parón en la actividad del motor de Brasil y de prácticamente todo Sudamérica pero estamos hablando del Fútbol con mayúsculas, semi Dios en este país de las mil religiones y cultos. Aquí, los mismísimos presidentes de las empresas, mandan circulares informando a sus empleados de que las empresas cerrarán a la 1 o a ls 12 o simplemente que no se molesten en venir por razón de la Copa.
Faltan las bolas que corrían por los espagueti western que se rodaban en Almería para ponerte más en situación.
Y hoy es Japón y Brasil ya está clasificado pero da igual: en este sistema desigual por naturaleza, donde las limpiadoras de mi edificio se isntalan en el último peldaño, incluso ellas consiguen acabar tres horas antes su trabajo para llegar hasta sus muy lejanas casas para ver el partido. Por la mañana ya te cruzas con ella con el pañuelo en la cabeza de la bandera de Brasil. El Orden y el Progreso paralizado. De hecho si vas a un bar vas a ver el partido, no tendrás tanta suerte de tomarte una cerveza porque aquí el futbol es democracia, nadie tiene que trabajar durante el partido. Que sea Japón le da una nueva dosis de morbo al haber en la ciudad más de un millón de japoneses, la mayor comunidad del Imperio del Sol fuera de las islas niponas.
Donde trabajo, en las dos zonas de restaurantes, Sony ha instalado tantas patallas orientadas a distintos puntos que es imposible encontrar un punto ciego donde no lo veas. Los taxis con sus mini teles en blanco y negro y las radios atronando, simplemente se niegan a llevarte por si pierden la señal de televisión.
El fútbol es fiesta, puede que acabe en drama pero ellos no lo entienden: ni un mal gesto, ni violencia ni un “arbitro cabrón”. Aquí se aplaude cuando empieza el partido y se pierden los nervios cuando se pasa del medio campo. Cuando se marca gol, que comience el show de la torcida feliz: se aplaude y grita como si fuese la última vez que estás autorizado a hacerlo, pero se vuelve a aplaudir en la repetición, en la imagen que muestra al entrenador salir del banquillo y en la que enseña la felicidad del propio banquillo.
Cuando se pita el descanso, se oye en las teles eso de “Está Na Globo, está na Copa” que da paso a más fiesta. Hay que gastar las toneladas de petardos, bengalas, bocinas que durante este mes se han vendido en Brasil. Y la gente sale a sus terrazas a asomarse con su bandera de Brasil.
En fin, Brasil 1-4 y la ciudad se va a caer abajoooo. Sólo quería compartirlo con vosotros.
2 Comments:
Pues después del partidazo de ayer de España... la mala noticia es que estaremos oyendo comentarios sobre el partido y los fallos de Aragonés por los siglos de los siglos... ufff, qué cansancio de fútbol.
Que se pare el mundo, que llega el fútbol... me gustan las descripciones, pero igual el mundo iría un poquito mejor si no se parase todo por un partido...
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