El Puntito del G

lunes, julio 10, 2006

Capítulo XXXII: Cae la Tarde en Sao Paulo


Más bien el mediodía pero me da vergüenza confesar que me voy a comer a las 12 de la mañana del paraíso. La adaptación al medio es fundamental una vez que te vas al extranjero y en Sao Paulo la gente come a estas horas. Asi que el monstruo voraz que habita dentro de mí, se despierta a eso de las 11:30 de cada mañana para exigir el rancho de cada día. Como le tengo muy mal acostumbrado, no niuego ninguno de sus caprichos y a eso de las 12 con puntualidad británica, me levanto de mi sitio dispuesto a volver al mismo empachado.

Y entonces es cuando ves que ya no queda nadie: cuando entro a las 9 tengo muchos mensajes que leer, en 10 minutos los tengo que procesar y escupir veneno, a cada uno le asignan un papel y el mío fue éste tan gratificante. Los husos horarios nos han dado clases prácticas este año, podías conocerlos pero como no te afectaban te daban más o menos igual. Hoy en día, estoy separado por 5 horas de Europa, 6 en algunos casos y siempre salgo en desventaja. ¿Para qué correr si vas a llegar siempre el último?

Pues corro porque me da la gana y porque me lo paso como nadie, porque creo que trabajo basntates-demasiadas horas y como los habitantes de la Montaña Basura no atienden a razones, soy yo el que se establece el ritmo de trabajo. 8 horas dentro de mi calabozo dan para mucho asi que, con la connivencia de las jodidas horas, de 9 a 12 me dedico a ejercitar mi precisión en el ataque verbal, a mover el veneno de un lado a otro, que si lo deja quieto se emponzoña y te acaba por agriar. Con Noruega juego a los dardos como si de cirujano cerebral habláramos, tengo una hora para echarme unas risas, con Turquía continúa la incógnita, entre las clases de turco y qué sé yo que más, no tengo claro a qué hora sale. Y ahora Roma, a intentar quedar por encima, que no le gusta ni nada a la vieja del noveno, ha decidido aplicar a su vez el horario de verano de oficina, con lo que sale a mis desconcertantes 9:30.

El problema es cuando vuelves a la una: la hora de comida continúa, los brasis lo hacen todo despacio, el jeito brasileiro al que te aostumbras o te mata. Asi que aunque quieras trabajar no vas a poder empezar hasta más o menos las 2. Antes me acompañaba Bucarest hasta mis 3, pero tras el juego de manos que nos hicieron, quitándome el horario de verano para dárselo a los de Europa, resulta que ya no queda nadie.

Es la hora de la siesta, que para eso uno es de la Piel de Toro, del atontamiento, del estómago lleno que clama por algo qué hacer. Es además justo la hora en que Lorenzo,debilitado por el invierno se coloca en paralelo a la altura de la oficina y nos regala sus rayos para cokmplicarlo más, para tener que sorber de vez en cuando el hilillo de baba que cae por la comisura de tu boca.

Como oasis en el desierto, a veces aparecen mensajes y allí voy yo, gritando como bere-bere a lanzarme a por ellos. A veces espejismos, a veces auténticos vergeles que dan reposo en la batalla contra el aburrimiento.

Y llegan las 2, no sabes ni cómo has conseguido arrastrarte otro día duante esa hora en la que no oyes ni los latidos de tu corazón y ya podrías volver a trabajar, pero ya no apetece mucho. ¿Arrastrarte hasta las cinco? Juro que a veces me gustaría tener a Stalin de jefe para que me metiera 4 gritos, amenazádome con hacer desaparecer mi cuerpo en sus purgas si no me pongo a trabajar. Desafortunadamente tengo a una hispano brasileña que pronuncia mi nombre de una forma tan graciosa que creó la perdí el respeto el primer día.

Asi que cuando surgió el blog fue como cuando aparecen las pastillas en un adolescente aburrido: algo en lo que concentrarme, algo que tire de mi, como si estuviera en el pueblo y jugásemos a arrastrar la cuerda, del dios de la pereza. Como ser politoxicómano: un poco de blog, con un poco de leer el periódico, un par de noticias para ICEX, un provocar a mis compañeros por el corporativo para crear lo que tengo por la mañana y hasta las 5 Y MÁS ALLÁ!!!!

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