Capítulo XLV: IKEA versión disléxica

El horizonte va tomando nitidez. El año OFCOME finaliza y empieza la función de la segunda fase. De forma más o menos sencilla, esta mal llamada élite recuerda la oscuridad, la falta de transparencia (estos términos tan políticos me hacen pensar que trabajar para la Administración, realmente le marcan a uno...) con la que se llevó a cabo la asignación de destinos.
Bucarest no se despidió, no llegó a echar el candado, no cerró la cancela, por dejadez, por nervios y por tener la oportunidad de re-iniciar el relato disléxico de esta continua redecoración de vidas a las que, poco a poco, nos vamos acostumbrando unos cuantos.
Después de los 8 (ocho, huit, eight, opt, otto) días de vacaciones que hemos exprimido este año, el merecido mes que nos correspondía, ha sido, más que eso, la experiencia de una calma chicha capaz de minar el ánimo de muchos. Menos mal que somos la élite. Menos mal que estamos nosotros.
Las excusas que he encontrado para retomar las conversaciones (malditas voces, otra vez la Administración pública me posee) son dos. Una, que la sobrina del Ministro preferido de los funcionarios, otra vez, e inevitablemente, cumple añitos. Más guapa, más rubia y más serena que nunca desde que la vi entrar tarde en clase, la niña empieza a descontar los días que le quedan para la treintena. Muchas felicidades, Mosco.
La segunda es la partida de nuestro amado pececillo a nuevo destino (¿dejará de ser un pescadito para convertirse en un erguido e imponente gran danés?) el último día de octubre.
Desde Madrid, (desde Bucarest, ICEX mediante, en próximas entregas) y desde el resto de la piel del toro, seguiremos intentando alegrar las mañanas, o las tardes, o los desvelos de más de uno.