El Puntito del G

martes, agosto 29, 2006

Capítulo XLI: Algo Está Ocurriendo


Un alfiler cae en la otra punta de la oficina y te revientan los tímpanos.

Un trago de agua que entra mal en tu estómago de repente tiene consecuencias más devastadoras que el Katrina sobre tu maltrecho cuerpo.

Una familia de enanitos por tu cabeza echando un partido de fútbol con tus sienes de porterías. Que dejen de marcar goles, por favor!

Miras al que te está llamando y cuando enfocas puedes ver como mueve la boca pero eres incapaz de discernir lo que está diciendo.

Tu tiempo de reacción a un buenos días es mayor que el que se toma la Montaña Basura para responder a una consulta de un Patxi cualquiera.

Tu solidaridad hacia tus compañeros aumenta cuando les miras y les ves más destrozado de lo que tú piensas que estás.

Eres Jekill y Hyde, a veces de subidón, cuando la ola de cerveza golpea el acantilado de tu estómago y rompe, haciéndote recordar la euforia de la noche, a veces destrozado, si la jodida ola rompe mal y te da en toda la cara.

Fuerte marejada a mar gruesa en tu aparato digestivo y ya se sabe que cuando la mar se pone brava puede ser peligrosa.

Una tos cada vez más fuerte que no puedes controlar y que parece que es el gatillo de una arcada incipiente.

Un sabor de boca a veces perfectamente reconocible, a veces irreal te acompaña durante la mañana.

Un trago de leche para calmar la acidez sulfúrica que te machaca.
Una subida en el consumo de agua como paliativo que encharca el barro de tu interior.
Una oficina llena de zombis que vagan por este valle de lágrimas y se sonríen con compasión, unas cuantas promesas de NUNCA MAIS, un reflejo que te devuelve el espejo de un ser decadente en traje, una mezcla entre un británico aristócrata y aquel tío del anuncio del Golf al que sólo le quedaba el coche y eso le parecía suficiente.

Pues va a ser que sí, que ayer fue juergues, que los viernes ya no son lo que eran, preludio de un finde prometedor, sino más bien consecuencia de un jueves demoledor.

lunes, agosto 28, 2006

Capítulo XL: A los Ladrones de Sueños


La situación era agónica: el atraco más largo de la Historia. Empezó en octubre y sigue en estos días de agosto, de calma en Europa y frenesí en el Paraíso.

Tenía todos los elementos para ser un atraco de manual: había mucha parte de vejación en el lenguaje, de desdén de los atracadores cuando se dirigían hacia nosotros. Ese no razonar, ese no tener en cuenta nuestras demandas, cortadas con un "a callar, no tengo tiempo para tus cosas".

El miedo a perder los sueños atenazaba al principio, las ganas de hacerte el héroe te empujaban pero rápidamente quedaron a un lado, sucumbiendo a los malandros que te querían despojar de tus sueños.

Corderitos mansos que balaban bajo para no perturbar a los dueños de la situación, lemmings ordenados que se autodestruían para no molestar, curris trabajadores que no llegaban cantando a esa situación pero que más o menos curraban para no mosquear a nadie.

Y de pronto surgió una mutación, nadie sabe de dónde porque ya no luchábamos más, nos veíamos despojados de lo que era nuestro e incapaces de recuperarlo: pero llegó, cual maná que inundaba el paraíso donde moramos.

Todo surgió con un plan de los atracadores: tenéis que hacer una presentación de lo que habéis hecho este año. Y empezamos a hacerla a regañadientes y de pronto surgieron fuerzas, no de la flaqueza sino de un cuarto secreto que ignoraba que poseía.

La preparé bien, sin desgana, concentrado y mientras hacía la presentación delante de todos me sentí como aquel chino que se plantaba con su bolsa de la compra delante de una hilera de tanques para evitar que entraran en Tian Nan Men.

Y ahí me di cuenta de que los atracadores eran tontos hasta para eso: no me han robado nada, puedo hacer bien lo que quiera, no me han dejado inutilizado. El ave Fénix resurgió de sus cenizas y recobró su altivez: qué ladrones, ni qué atracadores ni qué nada.

Vosotros sois inútiles e intentasteis arrastrarme a vuestra parálisis pero no habéis podido: hasta para eso sois nulos.

Un saludo, montaña basura donde trabajaba, no me has quitado nada, a pesar de mis miedos: para que veas que no hay rencor en mi corazón, te regalo este gargajo verde que espero acierte en la mitad de tu cara.

Siempre tuyo, tu becario

miércoles, agosto 23, 2006

Capítulo XXXIX: De la Libertad y otros Demonios


¿Quién no se ha quejado nunca de “tener que hacer algo porque no le quedaba más remedio”? Quizá sea un poco pueril, pero recuerdo la primera vez que escuché aquella maldición china (¿?) “Ojalá tus deseos se cumplan”, en un capítulo de Los problemas crecen... sí, la serie que protagonizaba el entonces idolatrado Kirk Cameron (me hago mayor, no puedo disimular siquiera...) y que después me he encontrado en muchos escenarios.

Cuando somos pequeños, queremos tener dieciocho para ser “mayores” y “hacer lo que nos dé la gana”y ése es el cumpleaños más decepcionante, porque nada cambia. Parece, el día anterior, que el mundo va a ponerse de una vez por todas al derecho, que todo lo que nos enfurecía, lo que nos estaba prohibido, las injusticias, la incomprensión que lleva asociada nuestra edad del pavo, todo eso, va a desaparecer de un plumazo.

Lo mejor que podía pasarme en mi decimoctavo cumpleaños era que el día anterior fuese lluvioso, que hubiese tormenta, en pleno verano, que los elementos se asociaran para hacer de ese esperadísimo día algo grande. Si la vida va a cambiar de pronto, el mundo debería prepararse para darle a ese momento el protagonismo merecido, verdad?? Libertad, esperamos libertad para elegir. Y lo más sorprendente es que, no lo neguemos, algunos realmente lo creíamos en ese momento. Pero nada cambia ese día. Nada de nada.

La libertad que buscamos, sigue estándonos vedada. Vaya, estamos igual que el día anterior. Y seguimos deseando elegir. Seguimos contemplando nimias opciones, creyendo que conocemos el mundo a la perfección, que tenemos razón, que nadie puede hacernos apearnos del burro, como se dice en algunos pueblos, en aquello en lo que nos creemos especialistas. Algunos, los menos, tienen inquietudes muy claras, sueños perfectamente nítidos. Otros, entre los que me incluyo, años después no serían capaces de decir exactamente qué es lo que quieren. Y no me refiero a sueños imposibles (lo siento por el que sueñe con ganar un Grammy Latino...) sino a algo más de “andar por casa”. Y el momento de elegir se presenta sin llamar. Nos pilla desprevenidos, pensando en la luna de Valencia, leyendo a Ibáñez o bañándonos en el mar, escuchando música, maquillándonos para salir a cenar, llorando con “La vida es bella”, comprando un regalo, estudiando, afeitándonos, tiñéndonos el pelo, hablando por teléfono, tomando una caña, en un cine, indicando a un sueco dónde está la Puerta del Sol, cosiéndonos un botón, planchando, discutiendo, esperando a que alguien nos llame, en cualquier situación, de repente, un hormigueo que asciende desde lo más profundo del estómago y hasta salirse del cuerpo, un ejército de nervios, nos dice que nuestro deseo se ha cumplido, que podemos elegir.

¿Y ahora qué? Hiperactividad, parálisis momentánea, ¿qué hacemos? Cómo dice una de las rumanas a las que he conocido este año, es el momento en el que, como un descontrolado hipo, lo único que podemos pensar es “Ay, Diosito, ¿qué hago?”. Y somos conscientes de que eligiendo, renunciamos. Del poder que tenemos. De que participamos activamente en lo que será nuestra vida, en lo que seremos y lo que será nuestro mundo a partir de ahora. Y de que llevamos mucho tiempo eligiendo sin darnos cuenta, haciéndonos un hueco donde queremos.
Y recordamos a Spiderman. “Un gran poder, conlleva una gran responsabilidad”. ¿Será cierto entonces que todo es relativo? ¿Hasta la libertad?

jueves, agosto 03, 2006

Capítulo XXXVIII: Soneto a la Carnal (del Arenque Noruego)


Si agachas la vista y miras abajo
verás metro y medio de un cuerpo inquieto
se oculta tras un flequillo coqueto
que le otorga alegría y desparpajo.

Dentro del Mochi, vaya coche majo
la verás por Atocha hasta el seto
y aunque al semáforo falte al respeto
corriendo va al CECO, desde el trabajo.

Ahora vende bragas en un bazar
que acechan perros, con la condicional
del que no lograrán hacerla abjurar.

Es una rubia poco convencional
en Rumania la puedes encontrar,
responde al nombre de Doctora Carnal

martes, agosto 01, 2006

Capçitulo XXXVII: Están locos estos paulistas


Vamos a hacer un ejercicio que me viene haciendo falta en esta recta final: me voy a practicar un auto exorcismo, para alejar de mi a los demonios que convierten mi sangre en vinagre.
De mi destino hay muchas cosas que adoro pero también hay otras que detesto asi que me sacaré a mi mismo un diván y os resumiré 5 cosas de los paulistas que me podrían convertir en un terrorista suicida de esos que llevan el cinturón lleno.

No soporto la parsimonia de un brasileño: en sentido general pero sobre todo aplicado a la hora de la comida. Los restaurantes son de buffet libre, fríos y calientes, bebidas y pan al final. A las 12 el Santo ya no es santo, el Santo es un monstruo qeu precisa ser alimentado y que podría matar en su reivindicación de rancho. Si llegas 5 minutos más tarde de lo que es nuestra normal hora, la cola ya se ha montado y empieza el festival: los paolistas hablan re-la-ja-da-men-te en mitad de la cola, te bloquean el paso, miran todo antes de elegir, tocan todas las hojas de lechuga antes de poner una en el plato, paran para hablar y siguen en esa procesión de semana santa que yo empiezo a desear se convierta en baño de sangre. Supongo que os extrañe porque yo siempre fui tan paciente cual discípulo de Confucio.

Los paolistas no saben comer: ya está tu plato delante de ti, el monstruo está dispuesto a reclinarse para ser alimentado, no se te ocurra mirar a los lados. La forma de coger los cubiertos es grotesca, com si tuvieran muñones en lugar de manos, genralmente el cuchillo en la izquierda y el tenedor en la derecha. Como si fuera la primera vez que la elite brasi que nos rodea los cogiera. Maniático, verdad??? Jaaa, viene la segunda parte: como vacas en un abrevadero, cuello inclinado, frente contra el plato, unos dos centímetros separan las narices brasis de ser manchadas con salsa barbacoa de la que han impregnado el sushi y ha acabado rociando los trozos de piña que han volcado en el mismo plato.

Ahi ganan velocidad los cabrones, la que habían perdido en la cola del buffet: la vida es cuestión de timing y estos cuando tienen que ser lentos van como motos. Son capaces de hablar enfrentando el plato, sorber los mocos de la nariz y evitar que el cuichillo agarrado de esa forma se clave en su yugular, por más que me encomiende a todos los santos. La boca llena, la comida desbordando por las comisuras, la manga del traje haciendo de servilleta, paro cuando me digáis.

La educación vial y los brasis: 7 millones de vehículos pululando por las calles. A saber cuántos pasos de cebra, los mismos que en Madrid por ejemplo. Pero la ley de la jungla y sobre todo la del más fuerte: el que va en coche es el más fuerte y no sólo no va a respetar el paso de cebra sino que te va a pitar porque lo intentaste aprovehcar y va a acelerar, como en un videojuego macabro. Los coches son los instrumentos de Satanás en esta ciudad: todos tan sonrientes, taaaan educados siempre y cuando se suben en un coche se convierten en un cruce entre Bin Laden y Pol Pot. Sin semáforos para peatones que nos tenemos que guiar por los que se abren y cierran para los coches, sólo te queda esperar y esperar a que esos 7 millones de coches que te persiguen en cada calle que intentas cruzar pasen.

Ellos nunca dicen no: intenta hacer una agenda comercial y lo comprobarás. No me ha llegado el mail (ni Correos España, oiga), oh no se preocupe, se lo vuelvo a enviar. Lo he redireccionado a la persona encargada, oiga pero no era usted? Sí pero en este caso es otro. Uhmm, todavía no lo he leído, mi perro se ha comido el disco duro, llama el lunes otra vez, pero oiga que vienen mañana, uhhmmm y ¿cuándo van a volver a Brasil, decías?. Cuando tu perro escupa el disco duro, cabrón.

Si usted ha leido hasta aqui: gracias. Con su acción ha evitado que el Santo mate a un paolista hoy. Los paolistas se lo agradecen.

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