
10 de Enero. Mañana de invierno en Madrid. Gentes procedentes de todas partes inundarán en breve el salón de actos de un edificio más inteligente que muchos de sus pobladores.
Ribera del Loira 54. Misteriosa dirección para los madrileños, que los foráneos, sin embargo, encuentran con estupefaciente facilidad. Es la benevolencia del Metro con los que no conocen la bondad de las obras.
Madrileños en coche reducen la velocidad cerca del edificio, inseguros. ¿Será aquí? Quejas del resto de conductores: “¡Mujer tenías que ser!”.
Bajo el muérdago que hace que la puerta automática nunca llegue a cerrarse, poco a poco, personajes de todas las edades, formas, colores y expresiones, en una especie de vuelta al cole, esta vez en versión 2.0, pasean con más o menos garbo por la zona. Algunos intentan pasar desapercibidos entre la “élite”, otros quieren que sean los demás los invisibles. Aprendices de sastre. Análisis casi médicos a los que pasan cerca. Lucha de clases. Recuerdos de algunas caras; “! Tú estabas en mi comentario de texto! ¿Estás aquí? ¡Qué bien!”; “Me han dicho que hoy no hay clase”; “¿No sabrás qué ha sido del que estaba sentado a mi lado?, sí, hombre, uno que se parecía a Carlos Baute….”; “Pues mi primo lo ha intentado cuatro veces….”; “Yo conozco a una que estuvo tres años y no pasó del examen de inglés…”; “Pues a mí, si me dan la beca, me quiero ir a Kuala Lumpur”; “Yo conozco a un amigo de la que está en Vilnius ”…, y muchas otras perlas.
Toque de corneta. Como una manada de borregos, la nueva élite de becarios ICEX entra en tropel en el salón de actos del edificio del CECO. Hay prisa. Quieren entrar los primeros. Quieren salir rápido de allí. La Autoridad Competente lleva a cabo varios intentos de mantener al respetable en silencio. Intentos fallidos. Una rubia de bote, en el mismísimo centro del escenario prepara su estreno como coordinadora de la marabunta.
“¡Buenas tardes!”. Gritos, murmullos de bar, grupos de desconocidos planean una timba de mus esa misma tarde en casa de otro con el que coincidieron en el psicotécnico. Es una taberna en toda regla.
“¡Buenas tardes!”. Alguien oye a la rubia. Por su cabeza pasa la teoría de la educación y los buenos modales con la velocidad de un rayo y deja la misma huella que una pluma en el cemento seco. Por un momento, el iluminado siente incluso lástima de esa mujer. Sabe que las estrellas se han alineado por él. Es el único que ha escuchado el saludo de la rubia y es consciente de que debe ayudar a calmar la tempestad del salón. Por eso, decide gritar. “Ueeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee!!!!!”.
En búsqueda de la esencia de la vida, el respetable se une a su llamada, a ese gesto de respeto por la rubia, como si esperase con ello llegar al clímax. “Ueeeeeee!!!!, ueeeee!!!!!” Aplausos. La rubia esboza una sonrisa. No sabe que llegará a la desesperación en menos de un mes. En su interior, es consciente de que esa mueca es una indiscutible muestra de debilidad. Su pelo de monstruo de las galletas se eriza. Al enemigo, ni agua. Lo sabe. Ya lo ha vivido. Como Chenoa en sus buenos tiempos, cuando los becarios van, ella vuelve.
Elimina la fugaz expresión de su cara de pergamino. Empieza la función. Alrededor de la rubia, otra más achaparrada le guarda las espaldas. Ésta parece tener menos dotes de mando. Al lado de Triqui, se esfuerza en imitar sus gestos, anular la expresión de simpatía de su cara, enturbiarse como el monstruo. Pero no puede. Ella también fue becaria ICEX. No da más de sí. Y no le importa. Es funcionaria del Estado.
La diosa calma abre tímidamente la puerta. Pero no es capaz de posar su manto sobre los que pueblan la sala. Los menos avispados, siguen en su burbuja entre el griterío. “¿Te ha tocado mañana o tarde?””Tarde””Uff, qué putada, ¿no?””No, pedí tarde. Es que así no tengo que madrugar, paso de levantarme antes de las doce”... “Pues me han dicho que esto es para trabajar en la Embajada, haciendo cosas superinteresantes para el Ministerio y para el ICEX”...”Jobar, aquí hay gente mogollón de pija, ¿no?”. Shhhhhh!!!!! Algunos asistentes miran el reloj y empiezan a sentir vergüenza ajena. Éstos irán directos al Grupo G.
Triqui se presenta a sí misma como IR. No dice el nombre de su esbirro. Da la enhorabuena a los premiados. Aplausos. La diosa clama ha huido de la escena del crimen. Rememorando a Michel, alguno se señala la espalda en un gesto de “Me lo merezco”. El pergamino de IR adquiere una textura casi tersa. Se tensa. Se enciende. “¡Por favor, SILENCIO!”. Los insociables que irán a la 304 continúan callados.
IR se presenta como la directora del master. Explica que años ha, se trataba de un curso, pero la élite merece más. Merece un master. Murmullos. “Si no me dan la beca, por lo menos me saco un master gratis”. Ilusos. Eso es para todos. Aquí se viene a competir. Es la guerra. Miradas a los lados. “Competir….SÍ…”. Es como estar en casa. Dientes largos. Preparan sus garras. Esos irán a otro grupo.
El esbirro comenta algo con IR. Quiere protagonismo. (“Cuenta conmigo”) Se acerca a las primeras filas. Habla al oído de algún confundido. Ella no es directora del master. Le da igual. Aún sonríe.
Después de varios minutos, IR explica al respetable las condiciones del master. Alguno saca un cuaderno y un bolígrafo de la lata del bocadillo. Apunta. “IR: directora del master”. “Beca ICEX”. “Ya no es un curso, es un master. Diferencia entre curso y master: el master es más largo”. Se cansa. Se da cuenta de que lo que anota no va a ninguna parte. Esto no ceunta en el examen. El de al lado no se entera y sigue apuntando. “Becas: Nueva York es la más solicitada. También hay en Londres, París, Pekín. China está de moda. Para conseguir beca en China hay que pelear hasta la muerte”. IR asegura que sólo algunos elegidos se irán un año (chanchullos aparte: esos son elegidos).
Turno de preguntas. El grupo G, sin saberlo, ya tiene algo en común. Ha sido suficiente. Quieren salir cuanto antes. Un cigarrito. Aire. Cañas. Dudas. (¿yo tengo que volver a ir al trabajo? ¿dónde habré dejado el coche? ¿y si soy bisexual...? ¿cómo lo digo en casa?) Vámonos de aquí. De pronto, el mazo de la realidad cae sobre sus cabezas. Ante la pregunta de “¿Y cuándo empiezan las clases?”, la respuesta, como una losa, hunde a los turnos de tarde.
La élite muestra su falta de brillantez. Con 30 segundos menos, esto no habría pasado. De nuevo, murmullos. Quejas. No queremos ir al cole. El cole es una mierda. Sólo hacemos fichas, fichas y fichas. Pataleo. “Pues yo no pienso venir esta tarde”. Mentira. Ha empezado la carrera.
La asistencia es obligatoria. Éste es el temario del curso. Perdonadme, del master (claro, no es lo mismo). Homogenización de conceptos. Muchos no sois de económicas (maldita sea, ya me han visto). (Y, ¿si eres de INEF? ¿Significa que con un mes de clase, habré hecho económicas?) Abstracción del G. Queremos irnos. Somos grupo de tarde. Estamos jodidos. Hoy aquí hasta las nueve.
Turno de preguntas (otra vez). La dantesca escena se repetirá muchas más veces durante el curso, perdón, el master. “Yo es que….”, “¿Si te pasas de faltas…?”, “¿Los exámenes son tipo teeeest?”, “¿Cuentan todas las asignaturas lo mismo?”. ¿Cómo? ¿El examen de inglés? Dios mío. ¿Qué nota tengo? El que está al lado lo sabe. Sabe tus notas y las de todas las pruebas de los que están detrás, hasta la penúltima fila. Sabe quién va primero en el ranking.
La 304 al completo se pregunta dónde se ha metido. Por qué está allí, en ese momento. Qué ha pasado. Quién se ha llevado su mes de Abril.
Uno lo sabe. Es natural de Londres, aunque es italiano. Se presenta al respetable. Se escucha a sí mismo. Rivaliza en soberbia con el mismísimo Luis del Olmo. Murmullos. “Este tío es bueno. Ya tiene la beca, ¡qué cabrón! Claro, como tiene italiano…” Timbre del recreo. El respetable sale a la calle. Se miran los nombres grabados en los cristales, en celdas de colores. Mierda. Me ha tocado por la tarde. ¿Qué hora es? No me da tiempo a ir y volver. Se encienden los móviles. Melodías de perreo inundan el lugar que pronto se convertirá en La Comarca. “Mamá, no. No voy a comer, que tengo clase ahora….Sí, pero los de la tarde están peor, que tienen que volver luego”. Miradas de odio (no voy a mentar a la madre que te parió). Empieza el master CECO.