Las múltiples sorpresas que nos hemos llevado este año gracias al correo van desde los mensajes ininteligibles de Ankara (que, como el perro del hortelano, ni come ni deja comer, en una especie de sentimiento solidario del tipo “
ya que yo no me entero de la mitad de las cosas, que los demás disfruten de esta sensación de vivir en una burbuja, al menos durante un momento”), hasta las fotos de camiones volcados, coches blindados tiroteados o arqueros en la puerta de casa de Lagos, ceremonias de los Óscar en vivo y casi en directo, intentos de robo en taxis en El Cairo (que con sorprendente diligencia y un par de *** salvó nuestra corresponsal), viajes del IMSERSO a Las Islas, valijas diplomáticas para combatir la Ley Seca en Alemania, puestas de sol y otras fotos indescriptibles y no tan bucólicas en Oslo, desde donde salían gorrinos a ver mundo y a aprender el arte del jamón, carnavales llenos de color en Río, cortes informativos por parte del régimen en Pekín y Shangai, exóticas fotos de la Patagonia, frases maestras como “los uruguayos, cuando no sabemos algo, nos lo inventamos”, cameos de la élite al correo desde la CAF, mensajes globales desde la Madre Rusia poniendo de ajo perejil a los expatriados en Dubai, e incluso toques de corneta en Seúl a las siete de la mañana con un frío de mil demonios.

La idea era buena. Recopilar éstas y otras historias desde todos los rincones del mundo para crear una página web, dejar constancia de nuestra personal visión de este año. Con todos los que somos, no parece una tarea muy complicada. Pero, oh,
la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida... como en todo lo bonito, siempre hacen falta dos cosas: la primera, al menos una mujer impulsando el proyecto; la segunda, un compromiso mínimo por parte de todos.
A pesar de la decadencia, el avance tecnológico llegó de la mano de Roma. Y llegó con muchas ganas e ilusión. La búsqueda del servidor, los temas de la página, peticiones de enlaces a noticias, recopilaciones de fotos... montones de buenas ideas que quedarían encabezadas por una particular danza del vientre turca, enviada en un “renuncio” de Ankara.
Empezó Roma contando con todos los de la lista de correo. Cada uno, una labor, como las tripulaciones de los barcos. Tú el ancla, tú la vela mayor, tú los cabos, el timón. Y tú sólo tienes que mirar. Estás acostumbrado, no te cuesta nada. Basta con entrar cada día en la página para que no nos la cierren. ¿Es pedir demasiado? Da lo mismo, lo recuerdo cada día. Pongo el enlace en vuestras pantallas, no hace falta ni siquiera que lo busquéis, que lo añadáis a vuestros favoritos.
Así se las ponían a Fernando VII. Ni con esas. Imposible. Demasiada carga. Demasiado compromiso. No somos suficiente gente. Somos la élite, estamos para hacer cosas más importantes. La página web es una fantástica idea, pero no se nos puede pedir que además colaboremos. Me pregunto si a estas alturas ya nos la habrán cerrado. No tengo internet en casa, así que no podré saberlo hasta el lunes. Tengo cierta curiosidad, la verdad. Aunque es cierto que también me imagino la respuesta.
Se hundió en el olvido el proyecto romano. Como en todas las utopías, el ser humano termina por demostrar que es imposible involucrar a nadie que no esté dispuesto a asumir cierta responsabilidad, aunque ésta se reduzca simplemente a dedicar un minuto de nuestro tiempo.
La idea del blog surgió como una especie de tirita para ese plan que se partió.
Tiritas pa este corazón partío.
Roma no ha perdido la ilusión en la idea de dejar una pequeña huella en eso que ella define como algo fascinante, en internet. Personalmente, he de decir que la ciudad eterna me ha contagiado esa ilusión por la red, algo que sinceramente agradezco.
Y de esa idea, después de la desidia mostrada por todos (por mí la primera, que no entraba en “el gemeil” ni atada), nació “El puntito del G”.
¿Por qué no intentarlo nosotras? No será nada fácil, Roma, pero si hacemos algo divertido, algo en lo que los demás puedan participar pero que pueda crecer un poco más independiente que la página web, si conseguimos que todo el mundo se sienta incluido, si contamos desde dentro lo que hemos visto en el correo, si vamos poco a poco recordando este año, a lo mejor lentamente, con calma, conseguimos dejar esa pequeña huella, ese recuerdo. ¿Qué te parece? Como esperaba, más ilusión en la respuesta.
¡Claro!De ahí, de otra aburrida mañana en Bucarest, se fue perfilando la forma del Puntito del G. Como reclamo publicitario, y más que eso, como colaboración estelar del blog, la presencia de Sao Paulo. Letras afiladas para un blog de democracia griega. El punto discordante, la soberbia, el pataleo, la inconformidad de un Santo en huelga de celo pero con unas ganas terribles de escribir.
Empieza El Puntito del G. Nacimiento rápido, muy precipitado (menos de 24 horas de gestación, que lo sepan ustedes), hijo de una pareja de féminas a las que pronto se sumará un padre putativo, o el hijo pródigo, como quieran ustedes verlo.
Producción masiva de posts. Discusión a tres bandas Roma-Sao Paulo-Bucarest. Eso no se puede decir. Eso es una barbaridad. Y después de contar las dichas y desdichas del máster, ¿sobre qué podemos escribir? Ayer escribí esto, ¿podeís echarle un vistazo, a ver si os gusta? ¡¡¡Extra, extra, he guardado un borrador!!! Avanza. Los tres involucrados. Y saltan las ganas de los demás de escribir, de participar.
La comunicación Lagos-Bucarest se intensifica esos días. Un canto que se difunde ligeramente. Yo también quiero participar.
Y es ahora cuando llego a lo que desde que empecé este post, quería decir. Creo que no nos hemos negado ninguno a la participación de nadie en el blog. Es cierto que de momento, sólo estas tres ciudades han publicado escritos en la página. Pero creo que es necesario, que es importante intentar exponer mi idea (ahora hablo por mí, por supuesto) acerca de lo que es el blog.
Estaría encantada de poder publicar muchas más cosas, firmadas por cualquiera que quisiera escribir. Creo que en la lista de correo de cada día (unos días más y otros menos) somos unas 23 personas. Y estoy convencida de que todos tenemos mucho que contar. Lógicamente, no se puede obligar a nadie a escribir. Pero no confundamos esto con no dejar escribir. Es muy distinto. Y tampoco quisiera que se interpretase este mensaje como un reproche. Más que eso, es un poco de tristeza.
En el blog, al que además sé que entra mucha más gente de la que hace comentarios, hay un enlace a un mapamundi en el que cada uno podía colocarse con un simple clic. Se pone uno sobre el país en el que está, se pone un nombre y un mensaje de unas 15 letras, y queda un muñequillo en la pantalla. Una simple prueba de voluntad. De los veintipico de la lista, creo que no llegamos a ocho muñecos en el mapa. Los mismos de siempre.
Y no se queda ahí. Teníamos la idea de hacer un post sobre la llegada de cada uno. Un intento de implicar a todos en el blog, de que cada uno contase su primera impresión en destino. Al final, se ha quedado en una copia de los correos del primer mes, en los que cada uno contaba cómo había sido su aterrizaje en Sebastopol, en la Conchinchina o en Laos.
Y no se trata de que cada día se diga lo maravilloso que es el blog. Puede parecerte una patata y puedes pensar que es una pérdida de tiempo de tres aburridos que tienen poco que hacer. Quizá me he puesto un poco estupenda con este tema, pero creo que es fácil entender que ni Roma, ni Sao Paulo ni Bucarest ganan nada con esto y que a todo el mundo le gusta que se le muestre cierta gratitud o, incluso, ingratitud. Que se le muestre algo, vaya. Que nuestro tiempo no vale menos que el de los demás, que no nos gusta a ninguno perderlo. Que me cuesta creer que las únicas oficinas a las que les sobran cinco minutos diarios sean Oslo, Ankara y Lagos; que no son oficinas virtuales, que pueden perder su valioso tiempo en leer lo que unos compañeros han escrito y en hacer un comentario, en decir “esta boca es mía”, en mostrar un poco de interés por mantener algo que es sólo nuestro.
Y que, repito, como dije en su momento, el que quiera contar lo que sea en el blog, tiene dos caminos: o los comentarios (somos la élite y somos capaces de descifrar esas letras distorsionadas que se piden para publicar los comentarios), o mandar a cualquiera de los tres lo que se haya escrito, para que se publique. Que aquí no se ha vetado a nadie. Eso lo hacemos cada uno de nosotros solitos.
En cualquier caso, debe quedar claro que esto lo hacemos porque nos divierte y porque hay un millón de cosas que compartimos entre todos nosotros, a pesar de lo diferentes que somos.
LEÑE.